Son poco más de las siete de la tarde y un suave olor a comida se va haciendo más notable a medida que nos acercamos a esa puerta lateral de la Parroquia de San Roque, por la Avenida de Madrid, a la altura de la Estación de Autobuses. Se trata de un comedor social, unas instalaciones perfectamente habilitadas gracias al esfuerzo y el tesón de un grupo de jiennenses, alentado por el párroco del citado templo, Juan Herrera. Tras subir unos peldaños, el usuario se adentra en el comedor, con unas cuantas mesas, todas con su mantel impecable y, un poco más adentro, una cocina en la que el ritmo es frenético a estas horas de la tarde.
El comedor social de San Roque es, a día de hoy, uno de los pocos lugares en los que las personas sin recursos, los llamados “sin techo”, inmigrantes y también, y en aumento en lo últimos tiempos, muchas familias de la ciudad, se acercan a diario para cenar allí o para recoger en una bolsa la que será la cena de esa noche. Un grupo de voluntarios, de diferentes edades, que varía entre los 50 ó 60, según la época del año, trabaja a diario, destina parte de su tiempo, a organizar, cocinar, servir mesas, recoger y fregar, además de atender, escuchar y tratar de tú a tú, de igual a igual a todo el que se acerca por allí.
La labor de estos voluntarios y del párroco es encomiable. Desde hace cinco año, previo paso y conocimiento de otros dispositivos similares en otras ciudades cercanas, como Granada, cuando varios de los promotores se desplazaron hasta allí para ver cómo funcionaba un comedor social, éste, el de Jaén no ha parado. A lo largo de estos años el número de comidas dispensadas ha ido variando hasta llegar a las entre 100 ó 120 que se dan de media o las 180 ó 200 que se dan en épocas punta del año, como la que en breve comienza, con el inicio de la campaña de recolección de aceituna.
Como un ejército perfectamente organizado, el equipo de voluntarios del comedor, se reparte las tareas para que todo funcione a la perfección. Desde la organización de las despensas, por productos, por fecha de caducidad, por sectores, a las labores de cocina, cuentan con tres “jefes de cocina”, a cual de ellos mejor cocinero y más experimentado y un montón de gente solidaria que prepara, friega, atiende, pone mesas, recoge platos y hasta media por si hubiera algún tipo de conflicto, un apaciguador que serena cualquier alma inquieta que pueda aparecer por allí. Se estructuran en dos turnos de comida, los que aparecen a primera hora de la tarde, que suelen ser familias, personas de Jaén, madres con niños, que prefieren llevarse la comida y comerla fuera y los que, a partir de las siete de la tarde, van llegando al comedor y toman su comida allí.
Los menús suelen ser ricos y variados. Todos acompañados de fruta, algún pastel y un vaso de leche caliente. Todos pueden repetir. Para eso están Paco, Diego, Lucy, Luisa, Ana, Antonio, José Luis… que se suman a una extensa retahíla de nombres, de personas, de gentes de Jaén que se desvive por el prójimo, que ayudan y se ayudan así mismos. De esta manera lo cuenta uno de los voluntarios del comedor que asegura que la gente va allí sin ánimo de lucro alguno, dedicando su tiempo a los demás, sirviendo al que lo necesita por diferentes motivos. “Hay quien viene por fe, por motivos religiosas, hay otros que sin ser católicos quieren darse a los demás, se sienten útiles… los motivos son muy diferentes, pero el fin es único: servir a los demás”, apunta este voluntario. No obstante, como la mayoría coincide en señalar, es más la satisfacción personal que reporta ayudar a los demás que cualquier otra cosa.
Los mismos voluntarios inciden una y otra vez en la solidaridad del pueblo jiennense. “La gente es increíblemente solidaria, hasta gente que no tiene mucho, familias humildes, se acercan y ayudan con lo que pueden, comida, algo de dinero que se destina a comida, a recipientes para entregar la cena a los que no comen en el comedor social pero se la llevan a casa”, apuntan. También mencionan a firmas de Jaén como la panadería Ceres, que entrega pan y algo de pastelería o algunos supermercados y pequeñas empresas, que entregan gran cantidad de productos. Gente solidaria que hace que cenar cada día para un buen número de personas más desfavorecidas sea una realidad.
En la actualidad, aunque la despensa está bien surtida, sí se hace necesaria la aportación de alimentos perecederos como frutas, verduras, leche, zumos o huevos. Toda ayuda es poca si se trata de dar solución a una necesidad básica como es el alimento… pero también el trato humano, el saber escuchar y el dispensar un poco de calor y compañía a personas que, realmente, lo necesitan, y que, en su mayoría, se encuentra con hambre de alimento, pero también con hambre de cariño.