En las inmediaciones de Linares se encuentra, como es habitual en todos los núcleos urbanos habitados, el cementerio. Pero también se encuentra otro camposanto no tan conocido y muy peculiar. Se trata del Cementerio Inglés, en el que descasan eternamente extranjeros y linarenses, que, desde el siglo XIX, profesaron el protestantismo traído por los británicos que venían a trabajar en el floreciente negocio de la minas de plomo argentífero en la zona.
Los moradores de esta necrópolis, de ascendencia británica en su mayoría, escribieron una importante página de la historia industrial de la ciudad, ya que trajeron con ellos una tecnología desconocida por estos lugares, denominada Cornish, cuya principal ventaja consistía en aumentar la productividad de la explotación de las minas y que provocó un fenómeno migratorio sin precedentes en la época.
El cementerio fue el primer camposanto protestante de Andalucía y es hoy día un cementerio privado gestionado por los descendientes de aquellos linarenses. Este vestigio histórico de Linares supone, junto con los cementerios ingleses de Málaga y el de Minas de Río Tinto en Huelva, uno de los tres únicos reductos funerarios de la colonización británica en Andalucía.
La construcción de este camposanto viene dada por la ausencia de libertad de religión en aquellos años, lo que impedía el enterramiento de protestantes en camposantos católicos. Así, en 1855 se produce el primer enterramiento, el de James George Remfry, socio de la compañía The New Linares que compró los terrenos que después se conocerían como La Tortilla. Sus familiares decidieron ubicar su tumba anexa al muro meridional del cementerio católico construido ese mismo año. Posteriormente, se procedió a cercar el espacio que circundaba dicha inhumación a objeto de evitar posibles deterioros y profanaciones; hasta que finalmente, Tonkin y Kendall, influyentes personalidades vinculadas a Linares Mining Company, creada por la Agencia británica Taylor & Taylor y pionera en la explotación de las minas de Linares, gestionasen los trámites necesarios para hacerse con los terrenos.
Hasta 1957, con la muerte de Pedro Hasselden y Carlota Remfry, se sucedieron ininterrumpidamente los enterramientos en el cementerio. A partir de esa fecha, el camposanto se abandonó. Entrados los años sesenta, los habitantes locales descendientes de linarenses que abrazaron la religión protestante demandaban un lugar donde poder descansar dignamente, ya que hasta esa fecha, eran enterrados dentro del cementerio católico, en un lugar apartado llamado ‘El Corralillo’, junto a los ‘no gratos’ para el régimen franquista en unas condiciones lamentables. En 1968, tras contactar con el último descendiente de Hasselden, Enrique Hasselden Montes, éste les cedió la propiedad a condición de su protección y conservación. Hasta entonces, ningún protestante no extranjero había sido enterrado allí.
Desde entonces, las cuatro iglesias evangélicas existentes cuidan el camposanto y velan por el descanso eterno de las familias que allí yacen. Personas que participaron activamente en la vida de Linares y ayudaron a forjar la ciudad que es hoy. Conservan sus costumbres intactas, como el ritual de enterramiento, tal y como se hacía en el siglo XIX.
«Puedo mencionar un ejemplo de tolerancia. Difícilmente me esperaba en esta parte de España encontrar un cementerio protestante junto al cementerio general del lugar» (Diario de Thomas Sopwith, propietario de la Mina-Fundición La Tortilla y primer vicecónsul británico de Linares, 1864).
Carlos Ibáñez Conde | 27 junio, 2013
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Muy interesante.
Conozco ese Cementerio desde niño.
Y me alegra saber que se cuida y no cayó en el abandono.
Esto también es signo de un pueblo civilizado y respetuoso con su pasado y con otras formas de pensar y ser.