Texto: Alfonso Fernández Ruiz / Fotos: Norberto Prados
Orgullosa de su pasado minero, pero con la mirada puesta en los retos futuros, la ciudad de Linares ha sabido imprimir un estilo propio a cuantas expresiones culturales, sociales o religiosas han surgido en sus lindes. Y como reflejo de su historia, su Semana Santa atesora elementos singulares fruto de la persistencia de antiguas tradiciones, en algunos casos, o de la inventiva y el talento de numerosos cofrades que a lo largo de los años han ido enriqueciendo el rito con sus aportaciones. Y todo ello con la estética de una Semana Santa propiamente andaluza pero matizada y enriquecida con incorporaciones locales.
Lo primero que singulariza a la Semana Santa linarense es la sabia conjunción de escuelas y estilos artísticos en la escenografía de las estaciones de penitencia. Y en ello tiene mucho que ver la obra del escultor cántabro Víctor de los Ríos, autor de los impresionantes conjuntos escultóricos que procesionan de Domingo de Ramos a Domingo de Resurrección.
Santa Cena.
Todo un espectáculo es contemplar la estación de penitencia de la Santa Cena Sacramental, con el impresionante paso del cenáculo que se nos muestra con un magno retablo donde el apostolado se dispone en torno a Jesús en una sublime composición en la que los personajes se reclinan o incorporan sobre un ‘triclinium’. Y qué decir del Descendimiento donde, en un alarde escultórico, el abrazo fuerte de San Juan mantiene en vilo el cuerpo muerto de Cristo.
Pero junto a su bella imaginería, donde también encontraremos obras de la escuela andaluza (Luis Álvarez Duarte, Juan Martínez Cerrillo o Eduardo Espinosa Cuadros), Linares mantiene durante los días de la Semana Mayor singulares tradiciones que la hacen única.
Jesús en su prendimiento.
La bendición de Jesús Nazareno en la “madrugá” del Viernes Santo es el paradigma de todo esto. Miles de personas se aprestan a contemplar este rito a la salida y entrada de la cofradía, en la Plaza de San Francisco, o en su transcurrir por el Paseo de Linarejos. Y el Viernes Santo, la cofradía de la Expiración llevará a Jesús y la Virgen de la Esperanza portados por sus “horquilleros”, al modo malagueño, hasta la ceremonia que recrea la muerte del Señor.
Es, por tanto, una Semana Santa de contrastes donde la muerte de Cristo se conmemora con el bello gesto de “los estudiantes” con su impresionante crucificado o con el sobrio tambor de luto que acompaña al Santo Entierro.
Los sonidos de esta Semana Santa son también una pieza fundamental para entender todo el ceremonial de la Pasión según Linares. Aquí juegan un papel fundamental las llamadas “bandas de cabecera”, que abren los cortejos procesionales al son de adaptaciones musicales cofrades de conocidos temas de bandas sonoras o de óperas. El toque bronco de los “trompeteros” que anuncian la llegada del Nazareno, Expiración, Rescate o Santa Cena, aporta el sabor de antaño a los cortejos procesionales.
Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Si el visitante quiere disfrutar de estos siete días, debe deleitarse también con el buen hacer de los costaleros. Emocionante es ver el caminar de la “borriquilla” en la luminosa mañana del Domingo de Ramos o el sentir que ponen las cuadrillas de la hermandad de la Oración en el Huerto cuando, de vuelta a su templo, se encaminan por la calle Carnecería.
Costaleros de Jueves Santo, que portan los pasos de las tres cofradías del “día grande”, donde los impresionantes misterios del Prendimiento y la Columna recorren las calles de la ciudad. Y junto a ellos, el Cristo del Rescate nos deja en la retina imágenes inolvidables.